Sobre galardones y medallas desde tierras sevillanas…
«Yo quiero, pero no me dejan». Así parece que debería cerrar la frase que se apuntaba en un magnífico artículo de Quico Chirino publicado en Ideal, el que fuera Diario Regional de Andalucía Oriental, este fin de semana. Fin de semana pródigo en Granada de mensajes hacia unas instituciones que parecen tener un grave problema de hipoacusia, si no de sordera absoluta, para con nuestra tierra y nuestra sensibilidad.
Parece ser que la relevancia de Ángel Ganivet, Américo Castro, Melchor Fernández Almagro, Federico García Lorca, Natalio Rivas Santiago, Francisco Ayala García-Duarte, Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén García, Andrés Segovia Torres, Asunción Linares Rodríguez, Federico Olóriz Aguilera, Melchor Saiz Pardo Rubio, el doctor Barraquer y un largo etcétera, no es suficiente.
Si nos referimos a la notabilidad del profesorado ilustre, podemos citar a Rafael García y Álvarez, Anselmo Arenas López, Mario Méndez Bejarano, José Taboada Tundidor, Rafael Martínez Aguirre, Antonio Domínguez Ortiz, Emilio Orozco Díaz y José Martín Recuerda entre una extensa nómina que tampoco parece ser suficiente.
Como tampoco parece ser suficiente que sean el Ayuntamiento de la «Muy noble, muy leal, nombrada, grande, celebérrima y heroica ciudad de Granada» (podríamos ahora añadir maltratada), la Delegación de Educación, el Ayuntamiento de Maracena, el Ilustre Colegio de Abogados de Granada, la Universidad de Granada UGR, la Universidad de Mayores UNIgrama, la Estación experimental del Zaidín, perteneciente a la Agencia estatal del CSIC; y otras instituciones públicas y privadas quienes hayan promovido el reconocimiento al Instituto Histórico Padre Suárez con la distinción “Medalla de Andalucía a los Valores Humanos”.
Parece ser que esto no son méritos suficientes nada más que para dar un premio de consolación: una arbonaida.
Y no es que se pretenda minusvalorar los merecimientos de los premiados a los que, como no puede ser de otra manera, desde aquí se les felicita como se haría con cualquier galardonado por cualquier otra Comunidad Autónoma, no. Pero es que cuando sobre las propuestas planea la sospecha de la oportunidad política o del nada diáfano origen mismo, tanto geográfico como de los proponentes, cabe entonces recordar otro de los artículos aparecidos en la prensa granadina del fin de semana porque, como dice Jesús Lens, «Sevilla nos cansa»…y mucho.
Esa continua mirada hacia el occidente como algo que no sólo no nos es propio, sino que nos agrede, está cristalizada en el magnífico análisis que hace José García Román que recoge con maestría el desenganche emocional que le hace afirmar que “ cada vez hay más granadinos de la ciudad y provincia que, aunque en 1980 votaron sí a la autonomía, hoy reniegan de su voto…” y, “porque el anticentralismo se ha transformado en neocentralismo…”. Se han fomentado lejanías, pero no sólo en el plano geográfico sino también en el emocional. De un lado la codicia y de otro lado el desconocimiento de una tierra que les resulta ajena devienen en agravios continuos.
Al inicio hablaba de instituciones con problemas de oído: la Andalucía Junta muestra una insensibilidad manifiesta hacia nuestros más queridos tesoros patrimoniales tanto materiales como inmateriales. Desde la lejanía se nos ve pequeños irrelevantes, prescindibles nuestras peticiones o nuestros anhelos. Muy probablemente tengamos que volver a reclamar lo que de forma injusta se nos negó en el alumbramiento de nuestro actual Estado autonómico: nuestras propias instituciones que desde el conocimiento y cercanía de lo propio cuiden de ello como nos merecemos.
Para finalizar, vuelvo al artículo de Quico Chirino que recoge la movilización de más de 50 colectivos el próximo 15 de marzo frente al centralismo sevillano, que ha quebrado el pacto autonómico, pero con un cambio del tiempo verbal: yo quise ser andaluz, habedme dejado serlo. Ya no, quiero ser lo que siempre he sido, granadino.